- Land tiene un problema puntual, no quiere ser escritor porque sus padres son editores y lo han formateado, diseñado frankestianamnte para ser escritor, ahí hay un primer intento de rebeldía, pero quiero decir, un lector es…(duda), hay dos maneras de ser lector, antes de escribir y otra manera después de haber escrito, yo pertenezco al segundo bando. Yo siempre dije que hay dos tipologías básicas de escritores, los buenos y los malos, obviamente, que es la más sencilla de todas, pero están los escritores que leen y los lectores que escriben, yo soy un lector que escribe, porque mi quehacer literario, mi pasión literaria y mi necesidad de escribir son la resultante de lecturas, quiero decir, la educación de un escritor no es otra que leer y vivir, y estás ecualizando esos dos territorios, cuando leés vivís otras vidas y cuando vivís la tuya vivís la tuya, pero cuando si sos escritor también hay una parte del lector de uno mismo que se ve desde afuera esto está bien, esto es digno de ser contado, esto mejoraría si…, qué lástima que esto no pasó de esta manera y no de esta otra, en ese sentido, yo creo que todos somos escritores de ficción, aunque no seamos practicantes del acto físico de la escritura o del editar o de poner sobre una línea punteada la profesión de escritor, pero todo el tiempo estamos reescribiéndonos, leyéndonos, corrigiéndonos, tachándonos, mejorándonos, mintiendo y mintiendonos, así funciona la maquinaria de la existencia y eso es lo que diferencia al hombre del animal, salvo de los animales de las películas de Disney.
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- Y estamos también leyendo a los otros, y escribiéndolos a nuestra imagen y semejanza, tratando de ver si nos dicen la verdad, si nos mienten.
- Esa parte del asunto que antes era más bien lúdica y grata y graciosa en los últimos tiempos, con las redes sociales, las fake news, el boom de la mentira en plan tóxico ha sido bestial, antes la mentira pertenecía a un terreno más creativo o romántico, había una cierta preocupación porque fuera verosímil y se la creyeran, ahora se dice cualquier cosa y una mentira tapa a otra, en ése sentido me parece que también es un momento en el que volver a la lectura pensada, estructurada, narrativa y dramáticamente es casi una obligación, porque el mundo, la realidad, entendiendo la realidad eso que Nabokov decía que la realidad, con comillas, está cada vez peor escrita.
- Pero nos engañan cada vez mejor…
- No sé si nos engañan mejor, nos engañan más, hay una necesidad de engañar que antes no existía, me parece que son cosas que, por diferentes factores, la idea de la política como espectáculo, el boom de los reality shows, hay una cantidad de situaciones que han hecho que la verdad se haya ido diluyendo y a mí me gusta pensar que los libros son como una estaca o un crucifijo capaz de ahuyentar a ese vampiro o a ese fantasma. Una novela te está diciendo todo el tiempo que es una novela, ya de entrada hay un gesto de sinceridad y horas, días y años de elaboración y solo te quiere contar una buena historia, no quiere otra cosa, marca la diferencia entre la historia y la histeria, no quiere histeriquearte ni convencerte de nada, todo lo contrario, la ficción ahora es el lugar más seguro a la hora de creer algo.
- ¿El estímulo incesante de internet, las redes sociales, TikTok, las notificaciones, que lo interrumpen todo, que han convertido a jóvenes y a viejos en consumidores voraces de fogonazos de videos que les roban la atención y les alimentan la adicción condenó a los libros a un papel secundario en la vida de hoy?
- Yo nunca tuve redes sociales, así que lo que me estás contando lo palpo como síntoma cuando subo al metro en Barcelona y veo que todo el mundo está mirando un teléfono y es muy difícil encontrar a alguien con un libro en la mano, yo generalmente estoy con un libro en la mano y cuando veo a alguien leyendo un libro, un buen libro, me acerco y manifiesto mi alegría, como un psycho que se acerca, pero no puedo evitarlo.
Leen un libro mío y dicen que es muy complejo o es excesivo o las frases son muy largas y sí, sí, es así totalmente comparado con un tuit, es complejo, es excesivo y las frases son muy largas y requieren un nivel de atención que lo otro no te lo exige, pero los libros fueron siempre así, además a mí me sorprende mucho que haya gente que todavía piense que leer tiene es algo que tiene que ser sencillo, para mí no hay nada más complejo que el acto de leer y sigue siendo para mí un misterio muy raro, que haya unas 30 manchitas negro sobre blanco y que eso se combine y eso se meta por el ojo y en la cabeza se abra un mundo entero con vidas que nunca viviste y que nunca vas a llegar a vivir y además es la democracia en el sentido más pleno del término, vos y yo podemos estar leyendo el mismo libro, en la misma edición, al mismo tiempo y ese va a ser completamente diferente para cada uno de nosotros, aunque palabra por palabra estemos leyendo lo mismo, no es algo que te pase cuando estás frente a un pintura o cuando escuchas música o ves una película, te pueden gustar más unas partes que otras, pero lo que ves es lo que ves y lo ven todos igual, un libro no lo ven todos igual.
- ¿Esa experiencia en el metro, que me contabas con tanto detalle antes, te deja la sensación de que el lector, el lector de libros, que es como entendemos nosotros al lector, está en vías de extinción?
- Yo creo que nada se extingue finalmente, pero sí me parece sano que haya temor a que se vaya extinguiendo, eso me parece bien. Todo es cíclico, todo va y todo viene y las cosas cambian mucho, pero en ese sentido yo a veces tengo una especie de sensación de que la guerra se perdió, que la gran batalla que tenía que dar la literatura se perdió, algunos días pienso eso y otro pienso que está la resistencia, están los partisanos, el final de “Fahrenheit 451” con esas personas memorizando los textos para que no se pierdan. Creo que la necesidad de contar y de que te cuenten historias si se llega extinguir eso se va a extinguir cinco minutos antes de que se extinga la raza humana, porque contar y que te cuenten me parece que es algo que está en el ADN de la raza, desde el principio de los tiempos. Además, todavía se discute la existencia de Homero, si era una mujer, si eran varios hombres, si era una especie de escritura colectiva, lo que es seguro es que a ningún Homero, Homeras u Homeros se le pasaba por la cabeza la posibilidad de que miles de años después se lo iba a leer, así que si eso todavía está seamos optimistas, ¿no?
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- “El estilo de los elementos” reconoce la idea de que, cuando nos vamos poniendo viejos, cuando el futuro se achica y el pasado se agranda, como bien lo definiste en una entrevista con Página/12, se hace inevitable hacer memoria, recordar, revisitar lo que pasó más que inventar el futuro, ¿eso es lo que te empujó a volver a tu infancia, tu adolescencia?
- Hay dos versiones de por qué escribí “El estilo de los elementos”, una es que me quedé solo hace dos agostos acá en Barcelona, mi pareja y mi hijo se fueron a México, y la opción era muy clara, me convierte en una especie de tarado en Netflix viendo series que no me iba a interesar o intentaba escribir un libro en un mes. Mi libro anterior se llama “Melvill”, es sobre el padre de Herman Melville, el autor de “Moby Dick”, y me exigió una cierta documentación, así que para escribir un libro en un mes tengo que hacer algo muy personal y que yo sea mi propia documentación, que no tenga que irme a libros para entender que piensa o hace el personaje, y escribí la primera versión del libro, unas 500 y pico de páginas, en un mes, fue una cosa bastante extraña. Era un libro que evidentemente estaba agazapado esperando que le abrieran la puerta para saltarme al cuello. Y la otra tiene que ver con algo que está en la nota final del libro, en los agradecimientos, lo pongo: me contó John Irving, hace 17 años y mi esposa estaba embarazada, te va a empezar a pasar algo muy raro, que cuando tu hijo tenga un año te vas a acordar cosas de cuando vos tenías un año, dos años, tres años, 17 años, que es la edad de Land cuando termina las dos primeras partes del libro, la tercera transcurre en Barcelona y hay un salto temporal muy grande, Land tiene como 60 años, 17 años es la edad que tiene mi hijo ahora, evidentemente la pubertad y la adolescencia de mi hijo me activó eso.
Y yo siempre había querido contar un episodio autobiográfico que todo el mundo señala como completamente inverosímil y que es uno de los grandes defectos del libro pero que es rigurosamente cierto que es que estuve dos años yendo al colegio después de que me expulsaron sin que mis padres se dieran cuenta misteriosamente de las cosas. Nunca leí con una intensidad, con una profundidad, un deseo y una desesperación que entonces, claro, era literatura de evasión literalmente, yo todos los días me sentaba en las escaleras de un centro comercial a leer y ahí todas las lecturas de los clásicos del siglo XiX en hilera fueron a lo largo de esos dos años porque tenía que llenar esas horas de algún modo y ya sabía que quería ser escritor, ya escribía en cuadernos, también tenía ganas de escribir eso, de algún modo, y eso fue lo primero que escribí y después me di cuenta que faltaba el pasado de ese personaje, la parte porteña, y como yo trabajo siempre en tres estructuras faltaba el futuro, que es el presente de ahora, con una especie de epidemia desmemoriadora.
Y me gustaba mucho la idea, ayer justo me estaba escribiendo con Daniel Guebel que estaba leyendo el libro y él me decía “cómo lee este libro un español la parte de Buenos Aires porque hay un montón de claves que se pierden” y la verdad es que está anunciado en el libro, los libros míos tienen la crítica de que son muy locuaces y que está todo explicado, la teoría, la práctica, la crítica y hasta las estupideces del libro están señaladas, pero a mí me gustaba generar un efecto que se leyera como si fuera “Juego de tronos” o “Star Wars”, porque está bien, es Buenos Aires y es una época que no tenés por qué conocer, además tampoco está mencionado el nombre de Buenos Aires ni el de Caracas ni el de Barcelona, me gustaba que se leyera como si fuera Oz o Narnia o la Tierra Media, con la misma extrañeza, evidentemente para un argentino, porteño, de nuestra edad hay cosas más divertidas en la primera parte, pero para un caraqueño también y para un catalán también, me gustaba jugar con esa extrañeza de territorios que es la misma extrañeza con la que jugaban Julio Verne y Salgari, la Malasia de Salgari no es la Malasia real y el centro de la Tierra de Julio Verne tampoco es el centro de la Tierra real.
- El lápiz azul y rojo, que aparece en la portada del libro y se menciona varias veces a lo largo de la novela, como el elemento con el que los editores corrigen los textos, lo he visto también en tus manos en alguna que otra foto, ¿es un arma?, ¿defensiva, ofensiva?, ¿estás dispuesto a usarlo con vos mismo, con tu obra?
- Lo tengo en la mano en la foto de la solapa, juega con la foto de solapa de “Historia argentina” donde estoy con una Mont Blanc en la misma posición. Los que avancen en la lectura del libro van a saber en qué se convierte ése lápiz… (risas), supongo que hay un poco de eso, la portada del libro la diseñó mi hijo, que hizo las portadas de los últimos cinco libros míos y es como para creer que hay como un gen perdido de mi padre que era diseñador gráfico rebotando por ahí, pero es así, en algún momento a ése lápiz ase lo equipara como a Excalibur o a una cosa como talismánica, van a ver que tiene una función de arma defensiva, para citar tus propias palabras, de una manera muy contundente en la parte de Barcelona. Es un lápiz que a mí siempre me gustó mucho como símbolo de la idea esa de que un mismo objeto corrija y se equivoque, creo que uno se equivoca y corrige y corrige y se equivoca.
- Todo el tiempo…
- A mí me sorprende mucho, en tanto soy escritor y siempre quise ser escritor, y a veces tengo un pensamiento un poco demencial y un poco egoísta y me pregunto cómo hará la gente que no escribe para aguantar eso, porque yo lo purgo por la literatura y la lectura, pero la gente que no lee y que no escribe debe ser tremendo porque no tenés herramientas para poder soportar algo tan terrible como eso, cuando hablábamos de cuando el pasado se hace más grande que el futuro si escribís eso se hace más soportable, pero si no tenés ningún tipo de muleta, de ayuda en ese sentido, digamos, incluso de leer a personas que te dicen eso y que lo dijeron hace 200 años y te te da una idea temporal mucho más soportable, si se quiere, debe ser un poco terrible, que todo empiece y termine nada más que en uno.
- La gente que no escribe purgará ése saber, bastante terrible, de saber que ya vivió más de lo que le falta vivir, que es lo que nos pasa a nosotros ahora mismo, lo hará charlando con los amigos, con la pareja, con el cura…
- O con el psicoanalista, yo no me psicoanalice nunca, así que no lo sé. A mí me gusta mucho una anécdota, no sé si te acordás cuando a Hugh Grant lo agarraron con una prostituta en un auto hace como 20 años y entonces el tipo era como el yerno perfecto, el inglesito adorable y torturado y de repente su carrera se fue a la mierda y su agente le dijo que tenía que ir a todos los talk shows de Estados Unidos y pedir disculpas y poner cara de chico contrito, y él fue a lo de Oprah (Winfrey) y ella le dice “¿qué vas a hacer ahora para superar esto, vas a buscar ayuda?” y él le pregunta “¿cómo buscar ayuda?” y “no sé -le dice ella- vas a psicoanalizarse, a buscar ayuda, a hacer terapia” y Hugh Grant le responde “¿como hace terapia?, ¿por esto?, ¿porque me encontraron en el auto con esta tipa adentro?” y ella le insiste “sí, para poder solucionar el problema, entender lo que te pasó” y él la mira con una cara con una candidez absoluta y con total y completa y absoluta sinceridad y le dice “es que nosotros en Inglaterra para eso tenemos las novelas”, es decir, le dice que puede entender perfectamente lo que le pasó leyendo.
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- La relación entre Land y sus padres y la de sus padres y sus padres, los abuelos de Land, es una cuestión central en El estilo de los elementos, no queda claro que es mejor si ser padre o hijo, vos qué pensás, ¿qué es mejor?
- Todo padre fue hijo y además muchas veces se es padre e hijo al mismo tiempo, como el libro me pasó que mucha gente me dijo “qué ajustes de cuentas con tus padres y etcétera, etcétera…” y yo les explicaba que sea un libro ni con sed de venganza ni con hambre de revancha y más que un ajuste de cuentas es un ajuste de cuentos, es decir, no es un libro en contra de los padres sino a favor de los hijos, incluso de los hijos que fueron mis padres y de los hijos que fueron mis abuelos, analizo en detalle la condición de hijo en este libro, en el libro anterior analizaba más la condición de padre, el padre de Herman Melville, los hijos de la paternidad sobre un hijos, en este libro analizo los efectos de la hijitus sobre los padres y sobre el mismo hijo también. Yo siempre digo que la generación de mis padres, entendiendo la generación de mis padres como una cierta intelectualidad porteña de los años 60 y 70 rompió con mucha cosas de sus padres, que incluso estaban muy bien, pero yo los comprendo, los compadezco y no quisiera haber estado en sus zapatos porque fue una generación a la que se le impuso casi socioculturalmente la obligación de cambiar el mundo y hacer realidad la utopía. De todos modos, tengo que decir que a mí con 7, 8, 9 años me costaba mucho entender el entusiasmo con el personaje de (Juan Domingo) Perón, tal vez porque tenía la realidad mucho más condicionada por los villanos invitados de Batman, y Perón era un personaje un poco extraño, puedo entender que la juventud se haya enganchado con el Che Guevara, porque era un poster y todo lo demás, pero con Perón, no, me parecía muy raro todo lo que pasaba. Los padres es uno de los grandes temas de la literatura y los hijos, también.
- Con respecto al episodio que te disparó la escritura de “El estilo de los elementos”, haber pasado dos años sin ir a la escuela sin que tus padres se dieran cuenta, algo que como contás tiene consecuencias para Land, ¿qué hubieras hecho vos si tu hijo hubiera hecho lo que hiciste vos, cómo hubieras reaccionado?
- Es imposible que lo haga mi hijo porque ahora, con estas cosas informáticas, cuando mi hijo llega cinco minutos tarde al colegio me llega un email inmediatamente preguntándome por qué mi hijo llegó tarde, está muy vigilado...la verdad es que no quiero ni pensar en esa posibilidad, puede que haga otro tipo de cosas, pero no eso, además es una historia que mi hijo conoce perfectamente y no creo que se rebajaría hacer una especie de reboot o remake con mejores efectos especiales, pero si lo hiciera no sé qué haría. Qué sé yo.
- ¿Cómo reaccionaron tus padres cuando se enteraron?
- Está contado en el libro, mis padres ya no estaban juntos, yo vivía con mi padre entonces, mi madre vivía en España pero tampoco manifestaba ningún interés en cómo me iba en el colegio. Mi padre se sintió muy desconcertado porque yo hay podido hacer eso e incluso delante de sus amigos yo creo que se sentía mal, porque ellos le preguntaban cómo durante dos años no se había dado cuenta de que yo no iba a la escuela, porque además pasaron cosas extrañas, nunca me preguntó por un boletín, me daba los cheques para pagar el colegio, el dinero yo no lo cobraba ni lo cobraba ningún colegio y no desaparecía de su cuenta, yo pensaba que se iba a dar cuenta a los tres días, el principal desconcertado y casi indignado fui yo, en realidad. Cuando empecé con eso no pensé “tengo dos años para no ir al colegio y leerme todo”, jamás se me pasó por la cabeza que iba a durar tanto tiempo.
- El relato, la narrativa de los hechos, es vital en el discurso político, lo ha sido siempre, lo es ahora en la Argentina, donde hay una batalla cultural sobre qué y quiénes son los buenos y los malos de la Historia, por ejemplo, el prócer que admira Land en su niñez, Sarmiento, ha sido menospreciado en los últimos años, hay otros ejemplos, claro, la juventud maravillosa, Rosas, ahora Roca y por supuesto Perón, que parece ser un tótem imbatible, ¿esa memoria (tan dispar al recordar un mismo acontecimiento) también sufre el olvido o lo aprovecha?
- Todo lo que a mí me resulta interesante de la literatura argentina empieza con el “Facundo”, que no se sabe si es una novela o qué, y con el “Matadero” de Esteban Echeverría, que no se sabe si es un cuento o qué, la literatura argentina, para mí, tiene la particularidad de que está sostenida sobre dos aberraciones genéricas. Yendo al punto sobre el que me preguntás, y voy a hacer un spoiler, en toda la última parte del libro hay una epidemia que genera una amnesia un poco extraña que es la siguiente: vos te olvidas absolutamente todo lo que hace a tu propia vida, pero te acordás perfectamente de lo que hace a la vida de los otros, entonces tienen que generar nuevas formas de confianza y de familias para que vos me cuentes quién soy yo a cambio de que vos me cuentes quién soy yo y se van armando nuevas tribus de contadores de pasados y Land, aunque nunca quiso ser escritor, termina ganándose la vida como ghost writer de autobiografías en primera persona de otros. A mí una de las cosas que me gusta de escribir y son las que busco cuando leo son esos chistes malos de humor idiota, graciosos, a mí me gusta que los libros, además de ciertas inquietudes, cierta brisas.
- Borges varias veces se refiere al olvido: “Sólo una cosa no hay. Es el olvido”, en su poema “Everness”; también, “Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”, que acaso sea su cita más famosa, y la que más me gusta a mí, “Yo recuerdo más lo que he leído que lo que me ha pasado. Pero claro que una de las cosas más importantes que pueden pasarle a un hombre, es haber leído tal o cual página que lo ha conmovido, una experiencia no menos intensa que otras". ¿Te pesa el olvido, los olvidos, o pensás, como a veces pienso yo mismo consolándome por las desgracias de mi vida, que el olvido es la forma piadosa que encontramos de lidiar con el pasado y con la muerte?
- Borges escribió “Funes el memorioso” también, yo tiende a pensar que cada vez que uno quiere recordar algo se olvida de algo al mismo tiempo, que es una especie de toma y daca, una especie de pacto consciente o inconsciente, como una diástole y una sístole, si te acordás de algo es porque te olvidás de algo y si te olvidás de algo es porque te acordás de algo, ahí cada uno tiene que saber graduar las cuotas de recuerdo y de olvido de la manera más sabia posible y hacerse cargo de qué echa por la borda o qué rescata. Es una decisión difícil, pero es también bastante inconsciente; en el momento en que te pasa algo terrible y vos decís ‘cómo me gustaría olvidarme de esto’ lo único que estás haciendo es sabe que te lo vas a acordar para siempre. Hay que tener un poco de cuidado con lo que uno desea olvidar, porque el deseo del olvido no implica más que la concesión del recuerdo.