Adriana Riva: "Existen tantas vejeces posibles como viejos y viejas"

La escritora oriunda de Buenos Aires presenta su más reciente novela “Ruth” este viernes en la librería Mal de Archivo

06:20 hs - Viernes 27 de Septiembre de 2024

Una mujer judía de 82 años, viuda y de clase alta, transcurre sus días entre amigas, museos y clases de arte por Zoom. Tiene la inmunidad (o la impunidad) y el despojo de a quien ya no le importa lo que los demás piensen de ella. Esa es “Ruth”, la protagonista de la más reciente novela de la escritora Adriana Riva. Este viernes 27, a las 19.30, lo presenta en Mal de Archivo (Urquiza 1613), acompañada por Ana Navajas y Pau Turina.

Desde la publicación de su primer libro de cuentos “Angst” (Tenemos las máquinas) en 2017, Riva viene construyendo, desde su natal Buenos Aires, una voz propia en el panorama literario argentino. A esa publicación inaugural le siguió la novela “La sal” (Odelia editora, 2019) y el poemario “Ahora sabemos de esto” (Rosa Iceberg, 2022). La autora fue navegando entre editoriales (“Ruth” fue lanzada el pasado agosto por Seix Barral), géneros y puntos de vista narrativos.

En su último trabajo, se mete en un universo poco explorado en la literatura: el de las mujeres adultas mayores. Pero Ruth no es cualquier señora. Está muy lejos, por ejemplo, de “Las amigas” (2020) de Aurora Venturini, aunque comparte con la Yuna Riglos de esa novela la soledad y la afición por la pintura. Pero Ruth no actúa desde el resentimiento, porque no le faltó ni le falta nada. La mueve, sobre todo, la curiosidad por el arte contemporáneo.

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Para Adriana, el primer punto de partida para la construcción del personaje fue su propia madre (que es la que aparece de espaldas en la imagen de tapa mirando un cuadro de Mark Rothko) y después se puso a indagar lo más posible en el tema. Entre los insumos principales, nombra el podcast “Wiser than me” (Más sabia que yo), en el que la actriz Julia Louis-Dreyfus (la inolvidable Elaine de “Seinfeld” o Selina Meyer en “Veep”) entrevista a mujeres adultas mayores como Isabel Allende, Jane Fonda, o Julie Andrews.

“No quiero caer en el lugar común, que además es mentira, de que todas las personas mayores son sabias. De hecho el libro va en un sentido contrario. Pero en un momento del podcast, alguien dice que llega una edad en la que todo ya te pasó alguna vez. Esa experiencia de vida, ese haber visto tantas cosas no sólo a nivel personal sino de la historia del mundo, te da, a veces, más capacidad de maniobra. El tiempo no necesariamente cura pero ayuda”, afirmó Adriana en diálogo con La Capital.

Por otro lado, otra particularidad de esa etapa de la vida que la incentivó a explorar esa perspectiva desde la narrativa, fue esa aparente “inimputabilidad” de las personas mayores. “Ruth puede ser políticamente incorrecta y no le importa. Porque la invisibilidad que se tiene a esa edad tiene una carga muy negativa, pero a su vez da la posibilidad de no rendir cuentas a nadie ni aparentar nada”, elaboró Riva.

En ese corrimiento, aparece el humor, que atraviesa el libro de forma transversal y lo convierte en un viaje ameno por una cotidianeidad que no está exenta de asperezas. “Me parece que el humor es clave durante toda la vida, pero sobre todo en esa etapa. No quería contar un cuento de hadas, por eso hay achaques, dolores, pérdidas y sufrimiento. Pero una aprende a tomar las cosas de otra manera y el humor es fundamental”, apuntó.

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Una novela que esquiva lugares comunes

“Quería salir de los personajes estereotipados, como la mujer mayor que es abuela, o el judío típico fanático de Israel. Existen tantas vejeces posibles como viejos y viejas. A Ruth no la define ser abuela ni madre. Tampoco es más la mujer de nadie porque es viuda. Y sin embargo tiene una vitalidad que le nace de la curiosidad, que en el caso de ella está abocada al arte contemporáneo”, sumó la autora.

La protagonista perdió a su marido hace seis años y nombra a sus dos hijos como “el abogado” y “el del perro”. Dejó su profesión de médica para criarlos y ahora ejerce una voluntaria distancia. En cambio, quienes son llamadas con nombre propio son sus amigas.

“Ella rearma el mundo alrededor de sus intereses y ese es el motor de vida que tiene: las ganas de seguir sabiendo. Hay gente a la que la moviliza cuidar a los nietos o cocinar para toda la familia un domingo, lo cual está bárbaro, pero el deseo de Ruth no va por ahí. Ella quiere explorar qué tiene para decirle a ella ese lenguaje tan abierto que es la pintura. Quiere quedarse en su casa en una clase de arte por Zoom. Quería mostrar que existen mujeres de su edad, que viven solas, que no se dedican al cuidado y para las cuales lo importante son sus amigas”, formuló Adriana.

Otra clave de la novela es que está construida en torno al día a día de Ruth. No hay eventos excepcionales en la vida de esta octogenaria, y sin embargo su relato es fascinante.

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Adriana Riva asegura que los talleres literarios son espacios fundamentales para el encuentro en tiempos de alienación

“La vida es una sumatoria de pequeñeces. Antes tal vez las novelas eran más épicas, desde la primera con ‘La odisea’. Pero al final lo que nos termina definiendo a casi todos es el día a día, y sobre todo en la edad de Ruth, que ya cumplió con todo lo que había que hacer”. Eso es narrable también. Está la idea de que las historias le pasan a quienes la pueden contar, pero no siempre le damos justamente valor de historia a las historias mínimas. Eso es narrable también”, apuntó la escritora en este sentido.

Riva descubrió que “Ruth” era una novela de personaje en el taller literario de Federico Falco, donde trabajó la obra de manera integral. Allí, su compañero, el guionista Leo Calderone, le hizo ver que la trama era la propia Ruth.

“A mí los talleres me encantan. Hago apología del taller. Doy taller, voy a talleres. Son espacios de mucha contención, sobre todo cuando encontrás un buen tallerista y un buen grupo. No sólo para la escritura. Hoy por hoy que estamos tan alienados es un lugar de encuentro”, compartió Adriana, quien elaboró todos sus libros en este tipo de espacios espacios.

A lo largo de su recorrido, pasó también por los talleres de Flor Monfort, Santiago Llach, Margarita García Robayo, Juan Forn, y Laura Wittner. “Puntualmente, me gustaban muchas las devoluciones de Federico porque eran preguntas, siempre para abrir. Es lindo ir probando e ir conociendo distintas miradas de la escritura, por eso también lo de ir saltando de un lado a otro”, indicó la autora.

La escritura se caracteriza por ser una tarea solitaria, por eso complementarla con una instancia grupal puede habilitar una gran potencia. “Hay un momento en que una se sienta y está efectivamente sola. Yo no quiero música ni a nadie cerca, necesito realmente esa soledad. Me gusta contrastar eso con un espacio de taller donde hablo con gente y me doy cuenta si lo que escribí está funcionando. No me mando a escribir algo de largo aliento sin que nadie lo lea, porque no sé qué se entendió, qué causa gracia, dónde hace agua. Me encanta trabajar mis textos así”, cerró Riva.