¿Puede una madre amar demasiado? ¿Existen límites para ese amor? ¿Qué ocurre cuando un hijo crece y se va? Esas preguntas y muchas más se hace “La madre”, la obra del francés Florian Zeller, dirigida por Andrea Garrote, que viene de una exitosa temporada en la cartelera porteña. Protagonizada por Cecilia Roth, junto a Gustavo Garzón, Martín Slipak y Victoria Baldomir, se podrá ver por primera vez en Rosario el próximo sábado 3 y domingo 4, a las 20, en el Teatro Astengo (Mitre 754).
Las entradas se pueden conseguir en boletería o de forma online a través de la plataforma Ticketek. Suscriptores de Tarjeta BLC tienen un 20% de descuento y acceso a sorteos exclusivos.
En el escenario, Roth es Anne, una mujer que ha construido su vida en torno al núcleo familiar. Cuando su hijo Nicolás (Slipak) se va de su casa para irse a vivir con su pareja, y ella se queda sola junto a un marido ausente (Garzón), y hay algo que se desmorona. La madre ve las grietas de su subjetividad cuando pierde de pronto el centro gravitacional de su cotidianidad.
“La madre” es la primera parte de una trilogía junto a “El hijo” (2018) y “El padre” (2012). Esta última tuvo su versión cinematográfica, dirigida y escrita por el propio Zeller, protagonizada por Olivia Colman y Anthony Hopkins, que recibió seis nominaciones al Oscar y le valió al francés la estatuilla a Mejor Guion Adaptado. A su vez, la obra recibió el Premio Molière en 2014.
Quienes hayan visto la película, o visto algunas de las 45 puestas que tuvo la pieza teatral en todo el mundo, sabrá que en la obra del laureado autor francés, las estructuras internas de los personajes protagónicos se trasladan a la estructura dramatúrgica. En “El Padre”, la narrativa estaba permeada por la fragmentada experiencia del mundo de ese hombre con demencia.
La estructura como espejo de la psiquis
En “La madre”, la historia toma la forma, hace espejo de la psiquis de la protagonista: la repetición casi obsesiva que repasa una y otra vez las escenas vividas, esas que se asientan en los cimientos de la angustia. El espiral de pensamiento, con su oscuridad y también su absurdo, se convierte en un mapa narrativo.
“Me sorprendió gratamente que la historia no estuviera contada de una manera convencional. Aparece este juego de la repetición: en una familia que están enviciada tóxicamente y no puede salir de esa toxicidad, las escenas se repiten con pequeños cambios porque nadie puede salir de su rol. El hombre no puede tomar la decisión de separarse, ni de revertir o mejorar la relación con su mujer. La mujer no puede salir de la zona de reclamo”, contó en diálogo con La Capital Gustavo Garzón.
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“Siento que la obra es como un espiral que va creciendo. A pesar de su estructura extraña, tiene como un crescendo, porque con la extrañeza sola no se construye nada. Esa extrañeza está puesta al servicio del crescendo emocional de la protagonista. El monólogo final de Cecilia es muy teatral y sintetiza un poco todo”, agregó el actor.
Zeller es el dramaturgo francés vivo más representado fuera de Francia. Así como muchos de sus colegas y antecesores (el ejemplo de Yasmina Reza, autora de “ART”, es elocuente), supo en sus obras abordar con gracia y originalidad elementos universales de la humanidad.
“Creo que por eso es una obra que se hace en tantos países del mundo, porque toca fibras muy reconocibles, no sólo en las mujeres que se identifican con la protagonista sino en todos nosotros. Yo también he sostenido relaciones donde el corazón ya no estaba presente y no he tomado decisiones que tendría que haber tomado. Uno puede comprometerse mucho más con la obra cuando siente que conoce el problema, que lo roza de cerca por su experiencia de vida. Y es algo de lo que uno debe huir, es como un espejo incómodo”, desarrolló Garzón sobre este componente universal de “La madre”.
La obra de Zeller, y la puesta de Garrote, tienen el mérito de introducirse en temáticas frecuentes, a través de una forma poco frecuente. “Es una obra que hay que ver con la mente abierta y entregarse, no intentar entender cada momento. Hay que dejarse llevar. Hay algunas personas que se pasan el tiempo de la obra intentando comprender el por qué de cada cosa, pero es una obra muy sensorial y muy emocional. Hay que dejar descansar el intelecto tranquilo para llegar a ese lugar”, apuntó el actor sobre este punto.
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“En Buenos Aires se instaló una cosa de que el teatro es para divertirse. Y creo que entrar en una zona de reflexión y de emoción ayuda también a tener una mejor vida. Una obra más compleja puede ayudarnos a entender mejor algunas cosas. Es una obra en realidad con un lenguaje muy simple, no hay ninguna palabra que no se entienda, pero sí tiene un concepto dramatúrgico que quizás no sea para todo el mundo, o que ayuda a gente más entrenada en ver teatro. La gente que se deja llevar lo goza, se emocionan y nos agradecen”, sumó.
En relación a la construcción de esta versión, Garzón aseveró: “La obra no se tocó mucho. Como es buena, no es necesario. Creo que lo Andrea logró sobre todo es que se convierta en un hecho vivo, que no seamos maquetas sobre el escenario contando la historia que escribió otro sino que la vivamos, que la experienciemos. La gente siente que está espiando a una familia, porque esa familia que construimos tiene mucha verdad. Se trabajó mucho esa búsqueda de la verdad, del porqué, pero también disparamos para lugares muy teatrales. Está muy trabajado el ritmo, las variantes entre las escenas y ese crescendo emocional”.
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De las elaboraciones sobre la obra se deduce que la labor de la actriz protagónica es clave. Desde su estreno en Buenos Aires en 2024, Roth cosechó elogios de la crítica y el público, en lo que fue su gran regreso a los escenarios porteños. “Hay un trabajo de Cecilia imponente, de lo mejor que le he visto hacer. Está absolutamente entregada, con una cantidad de matices y colores impresionantes”, valoró su compañero de elenco.
“Hablo de ella porque es la que lleva la obra, pero Martín Slipak hace un gran trabajo y Vicky Baldomir es una actriz extraordinaria, muy poco conocida, con una manera de actuar muy personal, con mucha prestancia y mucha presencia. Creo que entre los cuatro armamos una cosa interesante. Además, nos llevamos muy bien. Todo eso hace que esta obra sea un hecho artístico digno de ver, con mucho valor”, agregó Gustavo.
Después de una intensa y exitosa temporada en Buenos Aires, “La madre” se embarcó en una gira nacional e internacional que comenzó en Chile y seguirá por Rosario, Montevideo, provincia de Buenos Aires, Rafaela, Santa Fe, Córdoba, San Juan y Mendoza. “Está bueno cotejar que la obra funciona más allá de las circunstancias. La gira es muy linda, sirve para unirnos, para conocernos más entre los que hacemos la obra, para divertirnos, para conocer gente nueva”, apuntó Garzón sobre esta nueva etapa de la obra.