El Chango Spasiuk es mucho más que uno de los músicos de chamamé más queridos y destacados del país. Es un trabajador de la cultura, un creador de encuentros y de redes en torno al arte. Durante tres años, condujo en radio nacional un programa donde compartía lecturas, reflexiones y diversas melodías de su acordeón. Tras la finalización del ciclo, el oriundo de Misiones decidió continuarlo a través de un íntimo espectáculo en vivo. En ese formato volverá a Rosario, con una presentación junto a Nadia Larcher y Andrés Pilar (piano). La cita es el sábado 9 de noviembre, a las 20, en Sala Lavardén (Mendoza 1085).
El programa radial, que iba todos los sábados de 9 a 10, proponía un paisaje claro: la sombra de un árbol que genera cobijo y calidez. En cada emisión, la mezcla de literatura y canciones convocaba a un público fiel, atraído por la reconocida calidez del músico litoraleño. Su versión en diferido, subida en formato podcast a plataformas de audio como Spotify, generó más de medio millón de descargas.
Por eso, cuando el ciclo llegó a su fin en diciembre de 2023 con el cambio de gestión nacional, Spasiuk decidió prolongar la experiencia. De julio a septiembre de este año, presentó “Enramada en vivo” en distintos lugares de la ciudad y provincia de Buenos Aires, y ahora se dispone a hacer una gira que pasará por Casilda (el 8 de noviembre) antes de desembarcar en Rosario.
En los intersticios de esta nueva propuesta, el espíritu inquieto y el talento versátil del Chango generaron espacio para otros hitos y aventuras, como la celebración de sus 35 años de trayectoria en el Teatro Colón con un concierto en tres partes, o una nueva gira por Noruega con el músico nórdico Per Einar Watle, junto a quien grabó el disco “Hielo azul, tierra roja” en 2019.
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En diálogo con La Capital, el Chango habló del show que presentará en Sala Lavardén, la importancia de encontrarse en un contexto hostil, y la voluntad de seguir aprendiendo de todo lo que lo rodea.
- ¿Cómo surgió la idea de hacer “Enramada en vivo”?
Fue idea de Rita Medina, que era productora del programa de radio. Cuando nos quedamos sin el programa, me propuso que curáramos esos textos que leíamos y los llevarámos a pequeñas salas, auditorios no tan grandes donde se pudiera lograr un cierto grado de intimidad. Nos sentamos a escuchar casi todos los programas y a elegir textos de ahí, desde Cortázar, Borges, filosofía, Leila Guerriero, Esteban Agüero, Ramón Ayala. Hay algo sobre el amor, algo sobre la tristeza, algo sobre la lucha, algo sobre el desamor, el mar, los árboles. Con los textos elegidos, me puse a pensar qué podíamos tocar y qué se podría cantar. Entonces, pensé que en vez de leer todos los textos yo, podíamos invitar a alguien que lea conmigo y que además pueda cantar bien. Ahí fue cuando aparecieron todas estas mujeres hermosas con las cuales hicimos un montón de Enramadas en vivo en Buenos Aires hasta mediados de septiembre, que son Inés Estévez, Nadia Larcher, Flor Bobadilla y Luna Monti. Entonces decidimos poner un piano, y que suene música mía y música en general. Así es que como armamos la estructura y llevamos adelante un montón de “Enramadas” en la provincia de Buenos Aires, en lo que le llaman el Conurbano. Realmente es una experiencia hermosa que la gente esté ahí, que leamos estos textos y que de pronto suene Spinetta, Bach, Charly García, una chacarera, una zamba, un chamamé, Piazzolla, Cocomarola. No es un concierto típico de mi música donde toco mis composiciones. Es de una dinámica musical tan amplia como son las lecturas.
- Es una oportunidad para el público de escucharte y verte en un formato poco habitual.
En mis conciertos siempre aparezco con algo, pero esto no es ni un concierto ni una obra de teatro, es “Enramada”. Para los oyentes que nos has acompañado durante tantos años, van a entender perfectamente. Para los que no, los invito a que busquen los podcast en Spotify y vean cómo era. A veces pareciera que si sos un músico del litoral y tocás el acordeón, toda tu lectura o tu música va a ir en una dirección estética preestablecida, y no es el caso de las cosas que yo hago. En este caso, voy a estar junto a Adrián Pilar en piano, y Nadia Larcher, que es una cantante catamarqueña increíble con la cual hicimos muchas Enramadas. Como Rosario es una ciudad a la que siempre he llevado todo lo que hice, cómo no iba a llevar la Enramada. No solamente por la cantidad de gente que me escribía pidiéndome que vaya, sino porque es una ciudad a la que siempre me gusta ir y compartir mis proyectos.
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- ¿Cuánto tiene que ver la elección de llevar adelante este formato con la necesidad de encuentro de la que hablás muy seguido?
Todos necesitamos los encuentros más que nunca. No sólo el auditorio que viene a vernos sino los que hacemos la Enramada. Es muy bello encontrarnos con estos textos, estos poetas, estas lecturas, y un tipo de recreación que atrae por añadidura mucha reflexión y mucha introspección. A veces parece que la recreación es mover el cuerpo, ver determinados tipos de artistas, y que cuando hay introspección o algo que te interpela, es un embole, algo triste o melancólico. Pero no, también hay una celebración ahí, algo que te hace vibrar, te hace sentir bien, te potencia, te alimenta. Un poco es eso la Enramada. Por eso el concepto de la sombra de los árboles en los cuales uno se cobija del sol. Nos cobijamos en la música y en la poesía de la falta de empatía, de nuestros corazones duros, de la ignorancia, de la desconexión. Es como elegir un camino opuesto a todo eso que le hace tanto daño a la vida en comunidad.
- También es un contexto muy hostil para los trabajadores de la cultura. Incluso artistas con mucha trayectoria y reconocimiento como vos, tienen dificultades para hacer giras.
Está súper difícil. Cuando puse que no podíamos producir muchos conciertos porque la situación económica de la gente hace que no todas puedan pagar una entrada, alguien de una manera muy hermosa me dijo: “Cuando todo está en retroceso, detenerse es avanzar”. Es muy lindo eso. Por eso siempre seguimos pensando en nuevos caminos, en nuevas puertas, nuevas alternativas, nuevas dinámicas. Ya pasamos por aquí un montón de veces, esta es una más, esto también pasará. Hay que seguir, en la medida en que uno pueda. Siempre me gusta recordar algo que decía Luther King: “Aunque mañana no exista el mundo, igual me voy a levantar a regar mi manzano”. La parte que me toca a mí es esta, a usted llamarme por teléfono y transcribir esta conversación. A cada uno nos toca una pequeña parte en esta construcción colectiva.
- Venís de una gira por Noruega con Per Einar Watle, un socio musical de hace tiempo. ¿Cómo fue ese reencuentro y esa experiencia?
Es muy hermoso sentarse a tocar chamamé con los vikingos, y con un vikingo tan hermoso y talentoso como Per Einar, tan enamorado de la música. Yo saqué un disco en vivo, que es una experiencia sonora grabada en el Mausoleo de Vigeland. Es un lugar donde el sonido rebota en las paredes y que es una suerte de tesoro arquitectónico escondido ahí en Oslo, en Noruega. En estas dos semanas que estuve por allá, dimos un concierto ahí, y fue muy lindo volver a tocar esas canciones, reencontrarnos con Per Einar, girar por otras ciudades noruegas.Fue muy lindo y reencontrarnos cómo seguir con ese diálogo que empezamos hace muchos años atrás, con qué música, con qué proyecto. Así fue la gira y así fue mi aterrizaje acá. Voy a andar tocando por Misiones, por la Fiesta Nacional de la Yerba Mate y en la Fiesta del Litoral en Posadas. Tratando de digerir las impresiones de todo lo que sucede, de lo que fue el concierto en el Teatro Colón en septiembre. Son muchas cosas, y está bueno a veces tomarse un momento de quietud para releer todo eso. Y todo eso en el medio de la logística de la vida, porque si no pareciera que los que somos artistas vivimos sentados al lado del piano esperando la inspiración. Pero no, tenemos hijos que nos tienen de aquí para allá, toda una logística doméstica que tiene cualquier persona. Eso también requiere su tiempo y su atención.
- Después de tantos años con la música, ¿qué te sigue sorprendiendo de este oficio?
Me sigue conmoviendo la gente. Me conmueven pequeños gestos, pequeñas palabras. La fragilidad en el buen sentido que uno puede observar haciendo música, algo que le sucede a otro y a la vez me sucede a mí y me expone en mi propia fragilidad. Eso me sigue sucediendo. No es que estoy acostumbrado a todo, y todo ha entrado en una mecanicidad que conozco. Todo el tiempo aparece una palabra, una devolución, un intercambio diferente que no conocía hasta ese momento. Y no sé si la palabra es sorpresa, pero sí es como si hubiese descubierto un tesoro y lo sigo encontrando en los encuentros posibles entre cosas que creemos que no tienen ninguna oportunidad de encontrarse. Esto que me ha pasado con Per Einer, poder dialogar con otras culturas, otras herramientas, otras estéticas. Eso es algo que me sigue llamando la atención y yo quiero caminar en esa dirección. Sobre todo en este momento en que tenemos miedo a lo diferente, en donde no queremos conectarnos con el otro, no queremos conocer al otro. Eso no quiere decir que uno se va a poner de acuerdo con todos, sino que tiene que ver con no tener miedo de lo que te rodea. En este momento del mundo en donde se levantan muros, el arte y la cultura son herramientas que hacen que todo lo que nos rodea sea un tesoro, y no un problema. En ese sentido, he encontrado una gran enseñanza y quiero seguir avanzando en esa dirección. Sin dejar de ser un músico de chamamé, ni de ser el argentino que soy, ni de pertenecer a la raíz y el lenguaje desde el cual hago mi trabajo. Pero quiero seguir aprendiendo de todo lo que me rodea, y seguir viendo todo eso como un tesoro que me nutre, que me enriquece y que me ayuda a encontrar un sentido a mi caminar.