Charo López es una obrera de la risa. Aunque parece suscitar carcajadas sin esfuerzo en cualquier espacio que ocupa, ya sea arriba del escenario con sus espectáculos o detrás de un micrófono al aire del streaming Gelatina, en cada chiste se nota que hay años de oficio. El próximo viernes 14, a las 20.30, presenta en Plataforma Lavardén (Sarmiento 1201) su nuevo show: “MIAMOR”, una obra en la que combina sus “partes favoritas del oficio”.
De larga trayectoria en la improvisación y el stand up, Charo pone todo su bagaje sobre el escenario mientras busca “correr los límites” de la comedia. Teatralidad, performance, elementos audiovisuales (de la mano de Manu Calmet, uno de sus colaboradores de larga data), movimiento. Todos esos lenguajes se mezclan y complementan con el objetivo de hacer reír, y también de poner al espectador ante una de las experiencias más desafiantes de la contemporaneidad: la incertidumbre.
En los últimos años, la humorista estuvo en la ciudad con “Un barco llamado Loperman”, su espectáculo junto a Adrián Lakerman; y “Las lindas también leen”, su show con Noelia Custodio, con quien también presentó la versión en vivo de “Qué Olor”, el programa de radio que volverá al aire el lunes 10 por Gelatina. En ese canal, hasta el año pasado participó del programa conducido por Pedro Rosemblat, y todavía lleva adelante el ciclo audiovisual de parodia política (junto a Alberto Ajaka y el rosarino Tomás Quintín Palma, entre otros) donde interpreta a Carmela Nice, una figura cuya referencia se puede adivinar con facilidad.
Esa voluntad de hacer (reír) con otros es un cimiento de la carrera de Charo, y también una de las chispas que dio origen a “MIAMOR”. Aunque esté sola en escena, afirma una construcción colectiva detrás de escena y también con la platea. En tiempos de individualismo y hostilidad, López apuesta a la comedia no sólo como distensión sino como espacio de construcción de comunidad.
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Antes de su paso por Rosario, Charo habló con La Capital sobre la su nuevo espectáculo, los aprendizajes del recorrido y la necesidad de habitar los procesos.
¿Cómo surgió el espectáculo “MIAMOR”?
La búsqueda del show es hacer comedia un poco más corrida de lo que es el stand up tradicional o la improvisación tradicional. Hay una búsqueda de aliarme con otras personas. Laburé con Margarita Molfino que es una coreógrafa, con la que hicimos algunos acercamientos a un humor no tan estructurado, a tratar de llegar a la risa desde otro lugar, desde lo físico y lo absurdo dentro del movimiento. Más de imágenes también, pero sin perder lo que vengo haciendo que también me divierte. Así que los bloques de stand up están, los bloques de improvisación están, el contenido audiovisual que hace Manu Calmet también está. Con Manu venimos trabajando hace muchos años en los shows, esutvo en “Qué olor” y en “Las lindas también leen”. Fue como juntar mis partes favoritas del oficio para este show.
¿Esto de apostar a otros lenguajes como el movimiento o la imagen tiene que ver con no depender totalmente de la palabra y ver qué pasa ahí?
La idea tenía mucho con ver qué pasa, ver si funciona o no. Una devolución que tuve hace poco y me hizo sentir muy bien es que el show en un momento se va al carajo y el espectador no sabe qué va a pasar. Eso me pareció un buen logro, que la gente no sepa cuál es el siguiente paso. No fue buscado pero apareció esto de que la gente tenga que estar atenta a ver qué pasa porque se volvió un show impredecible. Eso me parece buen resumen.
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Y también es proponerle al público algo que cuesta mucho en estos tiempos, que es bancar la incertidumbre.
El no saber por momentos qué va a suceder implica bancarse que eso a veces sale muy bien y a veces sale raro. Y eso también es un momento muy lindo, porque es compartido con la gente y no se trata de disimular cuando algo no funciona. Esos momentos me gustan mucho porque siento que hacen las funciones más honestas con la gente. Poder decir ‘che, estuvo raro’, pero como en la vida misma.
Dentro de la experiencia comunitaria que siempre es un espectáculo en vivo, el humor tiene la profundidad añadida de lo que implica estar riéndose de lo mismo. ¿Cómo vivís esto vos desde arriba del escenario?
Reírse con el otre de lo mismo es como sentirse un poco menos sola. Es estar compartiendo con desconocidos el mismo concepto o la misma mirada sobre los temas que al final nos atraviesan a todos. Eso me parece saludable. También estamos como en un momento de tanta individualidad, donde la data es salvarse uno, y que si estás mal es culpa tuya porque no estás haciendo las cosas lo suficientemente bien, y donde estar bien se transformó en un trabajo nuevo. Me parece que es bajarse de eso un rato, y en ese inconscientemente estar riéndose de lo mismo genera un sentido de pertenencia que a mí me hace bien y siento que cuando sucede de una manera genuina es que está pasando algo lindo en la platea.
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Hablabas de que este espectáculo tiene que ver con tus partes favoritas del oficio, el cual también ponés en juego en los medios con tus participaciones en Gelatina. ¿Cómo se complementan estas distintas facetas?
Siento que por más que cambie de formatos, siempre estoy trasladando ideas de un lado al otro. Por ahí algo que me pasa en el vivo en Gelatina, se transforma en el teatro. O un chiste armado del teatro es un buen remate para hacer al aire. Es como ir sacando un poco de todos lados, hay una suerte de unidad ahí. Y soy yo siempre, tengo ese límite (risas).
Después de tantos años de carrera, ¿qué te sigue sorprendiendo de este oficio?
Me sorprende cómo el humor va mutando, cómo hay cosas que dejan de ser graciosas, cosas que simplemente nos causan extrañeza y no hacemos más. Eso me sorprende, cómo van evolucionando los temas, junto con el diario sociocultural. Al menos me pasa a mí, que voy creciendo y me van interesando cosas distintas, que ya no me río de lo mismo. Eso me da cierta ternura.
Eso implica igual estar siempre muy atenta a lo que va pasando y poder registrar esos cambios.
A medida fueron pasando los años, me fui sintiendo más segura y ya no me interesa hacer una comedia que sea de una verdad absoluta, así que me animo a hacer pavadas más chiquititas. Creo que hay algo de esa tranquilidad que te dan los años que te deja meterte en cosas más simples y más suaves. Eso me da satisfacción cuando me voy cuenta que me pasa. Porque a veces veo humoristas más jóvenes que están haciendo mucha fuerza por hacer un chiste y me reconozco en eso también, en haber estado ahí, pero es parte del proceso, que es larguísimo. Una vez un profesor de teatro me dijo que para que un monólogo te salga bien tenías que esperar por lo menos diez años. Yo recién estaba empezando, y ahora siento que tenía razón. Siento que los shows se terminan de hacer arriba del escenario y con el público presente. Y me parece lindo acompañar a todas las personas nuevas, a quienes llevan seis meses, un año, tres años, y bancar para que todos puedan llegar a esos diez años y estar más relajados. Son procesos larguísimos y hay que tener mucha paciencia. Y me parece que es un poco responsabilidad de todas las personas tener esa paciencia con los demás, en todas las áreas.
¿Ves un recambio generacional interesante en la escena del humor?
Re. Pero lamentablemente en el camino se queda mucha gente. No creo que sea cuestión 100% de talento poder permanecer haciendo muchos años lo que te gusta, sino que hay que tener mucha paciencia, te tenés que comer malos chistes, malos shows, malas temporadas, rechazos. Tenés que ser fuerte y paciente, entender que a veces sale bien y a veces sale mal. Es duro pero me da pena que esté ese filtro, porque, ¿cuánta gente de cuarenta, de cincuenta, de sesenta hay haciendo esto? Muy poca.
Encontraste en Noelia Custodio una partenaire con quien armar y compartir distintos proyectos. ¿Qué sentís que hay en ese encuentro que hace que quieran seguir trabajando juntas?
La primera vez que la vi a Noli bajé un sótano en el que ella estaba haciendo un show. Yo no sabía a qué comediantes estaba yendo a ver y cuando la vi, me pareció muy graciosa. Nos volvimos a ver a la otra semana y fuimos a tomar un helado y empezó algo. Es una persona que me hace reír mucho. Tenemos épocas que estamos más juntas, épocas en que laburamos más separadas, pero cuando nos volvemos a ver hay algo intacto. Cuando compartís los mismos códigos de humor, es como andar en bici: nos volvemos a ver, y todo funciona otra vez. Estamos las dos con muchas ganas y muy cebadas con volver a hacer el programa, contando los días.