El mundo musical de Rosario, especialmente el del rock, se vio sacudido cuando llegaban las primeras luces de la mañana de este viernes con la triste noticia del fallecimiento Reynaldo Chino Zambrano, el cantante de la legendaria banda Oasis. Mientras familiares, amigos, colegas y compañeros de andanzas le brindaban el último adiós, Juan Ramos, líder del grupo, eligió una anécdota por demás de risueña para recordar a su amigo. Todo sucedió hace unos años, cuando al Chino, dueño de un humor enviable, se le ocurrió retar a duelo a los hermanos Liam y Noel Gallagher, líderes del grupo británico homónimo: el desafío sería a las piñas, en las Cuatro Plazas de barrio Belgrano, por el nombre de la banda.
“Como los Oasis ingleses eran de pelearse todo el tiempo, les dijimos que nos íbamos a agarrar a trompadas con ellos porque el nombre era nuestro”, recordó Ramos sobre la ocurrencia del Chino, un mensaje que escribieron en el sitio web de los músicos europeos.
A Ramos se le escapó una carcajada al rememorar esa salida del Chino, que, como no podía ser de otra forma quedó en la nada y pasó a engrosar el anecdotario de la banda rosarina que sí se ganó un lugar en la historia del rock de Rosario. “Son más de 50 años juntos. Hubo gente que creció con nosotros. La banda tocó por primera vez el 21 de julio de 1973 en un cumpleaños de 15. Eramos un cuarteto hasta que uno de los integrantes se fue a la colimba. Entonces quedamos como trío, yo tenía que cantar y no podía. Al Chino lo conocí en esa época, era baterista y en ese entonces no quedó porque venía con un amigo que era guitarrista, y lo cierto es que la banda ya estaba armada”, sostuvo.
En diálogo con La Capital, Ramos contó que esos años ya sabía que el Chino cantaba afinado, “pero en ese tiempo todas las bandas querían a tener a un Robert Plant. Una cosa de locos. Pasó el tiempo y un día le preguntamos si quería cantar. Le corregimos un par de tics, porque se hacía el Sergio Dennis (risas) y nosotros no éramos una banda para levantar chicas, y apareció el cantante en toda su dimensión. Lo primero que me llamó la atención fue que tenía un vozarrón y siempre era afinado. Había aprendido a cantar y siempre buscaba la técnica. Mayormente, en una banda de rock, y más en esa época, se buscaba ser espontáneo. Y el Chino no era así, siempre fue muy técnico. Sus ídolos eran The Beatles, le gustaba la forma en que usaban las voces. Y siempre estaba muy atento a quienes hacían coros y si no cantaban como él esperaba, los cagaba a pedos para que lo acompañen bien”.
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“Cuando grabábamos siempre estuvo con mucho compromiso, atento a lo técnico, era muy detallista con lo que cantaba”, precisó el fundador del grupo.
Ramos admitió que Oasis "no es una banda materialmente famosa”, pero dijo que tuvo la fortuna “de haber viajado mucho” y que esos periplos lo llenaron de recuerdos imborrables junto a sus compañeros. “Nosotros íbamos en contra del sistema en esa época. Al principio teníamos letras de protesta, después cambiamos un poco, buscamos algo con más gancho, a tal punto que estábamos por entrar al estudio de grabación con nuevas canciones. Tenemos fechas reservadas entre 27 y 29 de noviembre. Chino soñaba con poder grabar, pero venía medio jodido de salud. Quería grabar aunque sea un tema, pero él sabía que le costaba mucho. La epoc (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) le jugó una mala pasada. Tuvo muchos problemas que se juntaron”, agregó.
Zambrano era padre tres hijos (Cintia, Verónica y Marcos). Su amigo recordó que el muchacho “se puso al hombro a la familia porque el padre estuvo internado desde mediados de septiembre. El año que viene la banda cumplirá 52 años, y si bien el Chino no estaba en el grupo en esa época ya nos conocíamos desde comienzos de los 70. Toda una vida juntos”.
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Ramos fue sorprendido por otra anécdota del pasado. “Un día le dijimos que para calentar las cuerdas vocales había que tomar unos whiskies. Se tomó cinco y se agarró una buena borrachera. Y en esa época hacíamos doblete en una noche. Cuando viajábamos era el payaso de la banda. Fuimos siete años seguido a Diamente (Entre Ríos), donde se hacía un Pre Cosquín importante y nos invitaban como jurados, y el Chino se hacía el director. Era muy divertido”, rememoró.
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(Facebook/oasisrocksario)
La última vez que Zambrano estuvo al frente del micrófono fue el 25 de agosto pasado en el escenario de El Aserradero (Montevideo al 1500). “Cantó como los dioses a pesar de que ya estaba jodido. Había días en los que estábamos por tocar y él no llegaba, le agarraba una disfonía o tenía mucho catarro y no podía. Estuvo tiempo afectado por sus problemas, pero aquella noche cantó muy bien”, precisó.
Ramos consideró que la muerte de Zambrano fue impacto muy grande “en la familia Osis". Contó: "Hace unos años cambiamos de baterista y desde principio de años tenemos otro guitarrista. Quiero remarcar el compromiso no solo técnico sino de sentimiento. Todos los mensajes que recibimos fue para la familia Oasis. Eso es un halago. Esto es una familia. Y que el rock and roll tenga una familia es medio raro. Muchos se pelean, se drogan y se traicionan con las mujeres. Podríamos estar dos días hablando de lo que es Oasis”.
“Todos tienen idea de seguir con Oasis. Eso mismo, pensaba el Chino y es lo que nos dicen todos”, agregó Ramos.
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El rock como refugio
Otro referente de la música de Rosario, Sergio Rebori, creador del sitio Museo del Rock Rosario, también despidió al Chino Zembrano, baluarte del género al frente de Oasis en tiempos complicados. A pedido de La Capital, Rebori escribió el siguiente texto para homenajear al cantante fallecido el jueves a la noche:
"Pertenezco a una generación, que lo toco transcurrir su adolescencia durante la última dictadura cívico militar, los que "Crecimos con Videla" entre censura y prohibiciones, aparece el rock, no se trataba solo de música y letras, era una alternativa, para un puñado de pibes y pibas (realmente éramos unos pocos) que no seguir el mandato del modelo, del joven dócil y disciplinado , que proponía el gobierno. El rock fue nuestro refugio, un lugar de pertenencia, y esos recitales un punto de encuentro, sentirnos menos solos, ser parte de un "Nosotros" irreductible. En este contexto histórico descubrimos a Oasis, unos pibes de barrio Belgrano, que se animaron a tocar rock and roll, en un momento en que se decía el rock está muerto. A fuerza de coraje y autenticidad, estos jóvenes mantuvieron viva la llama del rock, abriendo un camino a otras generaciones. Con los años tuve la fortuna de conocerlos, gente de barrio, gente necesaria, que más allá de los sueños rotos, no se detienen, al final de cuentas. Empiezan cada día y terminan cada día, siempre es presente".