Los Piojos volvieron a los escenarios quince años después de su despedida. El 14 y 15 de diciembre, hicieron vibrar a un Estadio Único de La Plata con entradas agotadas, y repetirán la hazaña el 21 y 22. Pero la vigencia y el furor, intactos y renovados a la vez, no se explican sólo por una euforia de retorno. La gesta identitaria de sus cuatro primeros discos, claves para entender el lugar de la banda en la historia reciente del rock nacional, es lo que se explora "Los Piojos en los 90. Del barrio a los estadios", el libro del periodista Juan Cruz Revello, lanzado a comienzos de mes por la editorial Gourmet Musical.
Desde sus comienzos a finales de los 80 hasta su separación en 2009 (con un “Último Ritual” en la cancha de River), el grupo de Ciudad Jardín liderado por Andrés Ciro Martínez marcó a varias generaciones, como una ola en crecimiento perpetuo. Incluso para quienes se subieron a esa ola en los 2000, la etapa de mayor masividad de Los Piojos, las canciones de la década anterior eran las que se sentían, las que se sabían clásicos contemporáneos, himnos de un tiempo todavía muy presente.
“Me parece que en eso mucho tiene que ver la pluma de Ciro. No creo que haya un factor solo, pero creo que en gran parte a través de las letras, la gente logró una identificación con la banda y por eso lo del aguante, lo de seguirlos, lo de pertenecer. Porque les estaban hablando a gente a la que no se le hablaba o a la que se le había dejado de hablar”, aseguró Revello en diálogo con La Capital.
La juventud de los barrios populares, de la clase media trabajadora con sus condiciones de vida precarizadas por el neoliberalismo, encontró en la música de Los Piojos una casa de resonancia de sus experiencias y también una voz crítica de la coyuntura. Otros pibes como ellos hablaban de su propio paisaje, ese Conurbano bonaerense y su idiosincrasia territorial.
“Si querés hacer un revisionismo de época o entender qué pasaba en los noventa, escuchar los discos de Los Piojos es fundamental en cuanto a relato social”, agregó Juan Cruz, en referencia a “Chac tu chac” (1992), “Ay ay ay” (1994), “3er arco” (1996) y “Azul” (1998). Según el autor, lo mismo puede decirse de los álbumes de esa década de otros artistas como Andrés Calamaro, Los Redondos, Charly García, La Renga, Bersuit Vergarabat, o Los Caballeros de la Quema.
Pero hubo algo particular en Los Piojos. Hubo un proyecto artístico y político claro en ese grupo de pibes que como tantos otros decidió juntarse y armar una banda, incluso si no sabían tocar todos los instrumentos. “Una de las preguntas que les hice a todos, incluso al entorno, era si lo sentían como un juego al principio. Y todos respondieron que no. Nunca entrevisté de a dos, siempre las entrevistas fueron por separado. Y todos coincidieron en esto. Ese tipo de cosas, más allá de la lírica, también hablan de que no es casualidad de que sean la banda que son”, subrayó Revello.
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Los Piojos, una voz clave de su época
Algunos podrían pensar que esta publicación es mero oportunismo motivado por el regreso de la banda, pero es el resultado de cinco años de investigación de Juan Cruz, autor de otros tres libros, entre los que se destaca “La lengua universal, fans de los Rolling Stones alrededor del mundo” (publicado en 2019, también por Gourmet Musical). Nacido en Junín, provincia de Buenos Aires, vivió su adolescencia en los noventa escuchando a Los Piojos (entre muchas otras bandas) y hace tiempo quiso indagar en las particularidades de ese tiempo que convirtieron a Ciro y los suyos en un clásico nacional.
Para este proyecto, habló no sólo con todos los miembros fundadores de la banda (con la única excepción de Ciro) sino con decenas de personajes fundamentales de su entorno que fueron partícipes necesarios para concretar la visión de la banda. El autor complementa el relato oral, el imperfecto rompecabezas biográfico de Los Piojos, con fragmentos casi ensayísticos que buscan dar sentido y contexto a los testimonios.
“Siempre vieron el cuadro completo, desde el diseño del ticket hasta la escenografía en un bar para 200 personas. Ni hablar del diseño de las tapas. Y en todas las decisiones tenía que ver Andrés. Eso también habla de la figura de líder. Eso se nota que es algo que todos respetaban y yo creo al final fue productivo convivir con esa imagen”, evaluó Revello. Entre las múltiples charlas que dieron forma al libro, Juan Cruz destacó las que tuvo con Alfredo Toth, productor de todos los discos de los noventa menos “Chac tu chac”, y con Juan “Pollo” Raffo, arreglador de “Azul”.
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“Me gustó porque son personas que vienen de otro de palo, que se metieron en un mundo que no les era propio. Y a su vez Los Piojos los recibieron, y fueron permeables desde los dos lados para construir las canciones”, compartió el autor. Por ejemplo, el libro retrata algunas intervenciones clave de estas figuras: el riff de armónica de “Pistolas”, en “Ay ay ay”, estaba al final y no al principio del tema. Otro aporte determinante fue acortar los temas, porque había varios que duraban más de diez minutos.
“No es fácil decirle a un chico de 18 o 20 que modifique lo que creó. Y sin embargo, ellos no sólo cedieron sino que incluso ante el desacuerdo respetaron el rol de esa persona que estaba ahí trabajando con ellos”, sumó Revello.
Un mérito del libro es que se centra en el proceso artístico de la banda, y salta con gracia la grieta. No se asoma a las polémicas de ayer ni mucho menos en las de hoy (el bajista Micky Rodríguez no es parte de las fechas de regreso en La Plata).
“No me interesa meterme ahí porque quería contar otra cosa. Si me iba para ahí yo o se iban ellos, se perdía el objetivo del libro que era hablar de la obra. Así que me planté en lo que quería relatar y mis preguntas fueron para ese lado. Incluso a muchos, para que accedieran a las entrevistas, les aclaré que no me interesaban las polémicas internas”, aclaró Juan Cruz.
El regreso de Los Piojos significa para muchas personas la posibilidad de revivir un gran momento de su juventud. Para otros, es la oportunidad de ver por primera vez a una banda que marcó su vida. Es que incluso después de separarse, Los Piojos siguieron interpelando gente, incluso cuando el rock dejó de tener un lugar central entre las voces que se enfrentaban al poder y el estatus quo.
“En un testimonio, alguien dice su trayectoria siempre fue in crescendo, nunca fueron para abajo. Del primer show al River de la despedida, siempre crecieron en público. Y ellos se lo tomaron de una manera natural. Si bien entre ‘Tercer arco’ y ‘Azul’, ellos mismos reconocen que un poco se asustaron. En la mitad de la década del noventa, no había internet, no había cámaras de fotos, pero iban a la cancha o al almacén del barrio y la gente los reconocía. Pero no los mareó, porque hasta el día de hoy siguen viviendo en el mismo barrio”, cerró Juan Cruz.