Un paraje nevado en el sur argentino de mitad de los años ochenta, tiros en mitad de la noche, y personajes atravesados por silencios espesos y tragedias. Es el escenario de “Una muerte silenciosa”, la nueva película del argentino Sebastián Schindel, un thriller intenso y efectivo protagonizado por Joaquín Furriel. Desde este jueves 9 de enero, se podrá ver en cines en Argentina.
En el filme, Furriel es Octavio, un parco guía de caza en la Patagonia que trabaja para Klaus, un poderoso terrateniente interpretado por Alejandro Awada (ilustre en encarnar figuras moralmente dudosas). Acechado por la muerte de su hermano, azorado por la belleza y hostilidad del entorno, toma pastillas para poder conciliar el sueño y acompaña de cerca a su cuñada (Soledad Villamil) y su sobrina.
En una noche de excesos y amnesia, ocurre lo peor: su sobrina aparece muerta en el bosque, en medio de un coto de caza. En la búsqueda de esclarecimiento, crecen las tensiones en un pueblo donde todos se conocen con todos y donde la sombra de la dictadura no terminó de levantarse. Sospechas, acusaciones cruzadas y giros inesperados estructuran hábilmente la narrativa de la película que abre el año del cine argentino en salas comerciales, con un elenco completado por la participación de artistas de la talla de María Marull, Victor Laplace y Patricio Contreras.
Después de una temporada de recorrer el mundo con “El aroma del pasto recién cortado” (2024), la película de la entrerriana Celina Murga producida por Martin Scorsese en la que también ofrece una interpretación potente, Furriel vuelve a su territorio más fértil: sus colaboraciones con Schindel, junto a quien filmó “El patrón: radiografía de un crimen” en 2013 (marcando un hito en su carrera) y “El hijo” en 2019. Una vez más, el actor construye con soltura un personaje solemne que va descubriendo capas de profundidad.
En diálogo con La Capital, Furriel habló de la construcción de un personaje atravesado de silencios, de su extensa colaboración con Schindel, y del presente del cine argentino.
Un personaje clave de la película es el entorno, esa belleza hostil. ¿Cómo incorporaste el paisaje en la interpretación?
Estar en un lugar así cambia mucho la percepción de los sonidos. Lo que escuchás, cómo lo escuchás, es muy distinto a lo que escuchás en un entorno urbano. Cuando la actuación entra en el terreno de lo físico es una zona mucho más interesante, más que el terreno de lo controlado, de la mente. En este caso, creo que filmar en un lugar como en el que filmamos nos ayudó muchísimo a meternos en la película. Hay algo de Sebastián que es muy atractivo y es que incluso dirigiendo en un lugar como la Patagonia y en medio de la naturaleza donde los espacios son tan amplios, logra hacer sentir la opresión. Eso es un logro de dirección. Es algo que él se propuso y creo que la película lo logra. Y es una parte clave del thriller, donde el clima y el paisaje son un elemento más que te termina invadiendo.
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El silencio es otro elemento clave de la película. Lo que los personajes callan, lo que el lugar calla, los disparos que irrumpen en la noche. Tu personaje Octavio dice mucho más con la mirada, por ejemplo. ¿Cómo trabajaste este aspecto?
Todos los personajes son personajes aislados. No cualquiera puede irse a vivir a ese lugar. Algo tiene que pasar en la vida para que uno elija vivir ahí. Dentro de todas las particularidades que puede tener cada personaje, Octavio es alguien frágil. Sufre de insomnio y dormir mal hace que por momentos perciba la realidad con alguna alteración. Entonces hay algo de lo que va pasando que hace que a pesar de toda la fuerza que muestra, se vea que a la vez es un tipo muy vulnerable. Eso tiene que ver con el silencio, con los espacios, con el clima. Todo eso influye en el personaje porque es de ahí. Si tuvieras que transmitir esto en un personaje de ciudad, creo que sería muy distinta la manera de trabajarlo.
Algo muy particular del cine de Sebastián es que suele apostar a pocos personajes, y la narrativa se afianza mucho en la interpretación. ¿Cómo lo viviste en este caso?
Todo el cine de Sebastián está fuertemente anclado en lo interpretativo. Él como director es super específico, con marcaciones muy sutiles que van potenciando el recorrido narrativo de la película. Los actores somos un pequeño engranaje narrativo dentro de algo mucho más complejo y más grande que es la película.
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Hace tiempo que se conocen con Schindel y es la tercera vez que protagonizás una película suya. ¿Qué hay de sus propuestas y de su mirada que te sigue convocando?
Primero, porque él confía mucho en mí y para un actor es muy importante que un director te haga sentir su confianza. Lo hizo con “El patrón” en su momento y siento mucho agradecimiento por Sebastián. Podría haber destruido la película porque si no salía bien, salía pésimo. En el medio no había nada, por el grado de caracterización que tenía que abordar. Además, como actor me conoce mucho y como persona también porque nos hicimos amigos. Entonces él me va llevando y me va proponiendo cosas interpretativamente como para que yo pueda ir creciendo también como actor. Tanto Hermógenes Saldívar en “El patrón” como Lorenzo en “El hijo” y Octavio en “Una muerte silenciosa” son tres personajes físicamente muy imponentes. Lo que me gusta de las propuestas de Sebastián es que yo ya sé que parte de ese lugar de composición físico y emocional. Sebastián es un director super emocional a la hora de definir si una escena queda o no queda, tiene una conexión sensible con la atmósfera que se crea con la actuación y a mí eso me estimula mucho. Me encanta.
Algo que aparece de forma más sutil pero contundente en la película es el momento histórico, en vínculo con el lugar. Esa democracia frágil, esa tensión con el poder.
Cuando él se va a reunir con el gendarme que está a cargo de la investigación, por más que él desconfíe de que se estén haciendo las cosas bien, también hay mucho respeto. Hay una tensión con el poder, pero en 1985 en esa zona la vida de la democracia no estaba tan clara como en la Capital. Era diferente. Y el vínculo de la gente del lugar con los militares era mucho más cercano, estaban en los puestos fronterizos, eran parte de la misma comunidad. Tienen cara, tienen nombre. Es interesante cómo eso que Sebastián no cuenta en primer plano va apareciendo. Te vas dando cuenta que hay una tensión latente que tiene que ver con esa democracia frágil.
¿Cómo viven el hecho de estrenar la película, con todo lo que eso implica, en un momento tan complejo para el cine argentino?
Creo que pertenezco a un ambiente donde hay pensamientos e ideologías muy diversas y me parece un gran error que una industria tan poderosa como la audiovisual esté siendo atacada de la manera en que se está haciendo, sin ninguna solución. Por supuesto que hay mucha gente se quedó sin trabajo y no era gente que vivía del Estado como quieren hacer creer. La actividad privada está muy poco competitiva porque el país está carísimo en dólares así que es muy difícil que se vengan a hacer películas o publicidades acá. Si esa es la idea, me parece que hay que pensar cómo se genera algún incentivo para que de todos modos se siga filmando. Mientras tanto, Uruguay ya lo está capitalizando porque muchas producciones argentinas se fueron para allá. Hay talento argentino en Colombia, México, España, y es un talento que formó en Argentina durante décadas por la actividad audiovisual que hubo acá. Creo que es muy poco inteligente todo, incluso es un mal negocio. Lo único que se beneficia es la llamada batalla cultural, atacar al que piensa distinto, un signo muy de los tiempos. No es algo original nuestro, está pasando en el mundo hace varios años. Pero en el caso de la industria audiovisual me parece que hay mucha desinteligencia.