El Dr. Carter está de vuelta, o casi. La referencia es inescapable para los nostálgicos de la televisión estadounidense de los noventa, o para cualquiera que haya tenido cable en los dos mil. Noah Wyle, conocido casi exclusivamente por interpretar a aquel querido médico de ficción, protagoniza “The Pitt”, una nueva serie original de Max que busca recuperar el corazón del género. El jueves 9 de enero se estrenan los dos primeros episodios, y luego se lanzará un capítulo nuevo cada semana, hasta completar los quince que conforman la primera temporada.
La alusión a Carter y a “ER” no son producto de una comparación facilista y obvia. Además de Wyle, otras figuras clave del drama médico que marcó una era televisiva están involucradas en “The Pitt”: el creador es R. Scott Gemmill (fue guionista y productor durante varios años en “ER”) y uno de los productores (y director del primer capítulo) es John Wells (showrunner de “ER”, y vinculado a otros grandes éxitos de la época como “The West Wing”).
De hecho, esta nueva serie surge después de un intento fallido (obturado por una negativa de cesión de derechos por parte de Michael Crichton) de hacer una secuela hecha y derecha de “ER”. Con todo esto a cuestas, el principal desafío de “The Pitt” es construir una identidad propia a la vez que honra lo que considera lo mejor de un subgénero tan particular y explotado como los dramas médicos. Y, en gran parte, lo logra.
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La ficción de Max propone a priori una estructura original, nunca antes explorada en series con esta temática, que hace que se desmarque de entrada de todas sus antecesoras (y sobre todo de “ER”): cada episodio corresponde a una hora reloj de una guardia de quince horas en un hospital público de Estados Unidos, comandada por el doctor Michael “Robby” Robinavitch (Wyle).
Otra fortaleza de “The Pitt” también tiene origen en la televisión de los noventa: apuesta fuertemente a la serialidad. A diferencia del abuso de “ganchos” (o “cliffhangers” en su inglés original) que propician la maratón y muchas veces convierten a las series en un chicle insulso, acá cada capítulo cuenta una historia en sí, sin perder continuidad con el resto de la temporada. Esto podría complicarse con el concepto de una guardia única, donde los pacientes y los casos (ejes narrativos de los episodios), son más o menos los mismos. Sin embargo, la ficción sale bastante airosa (con algunos puntos flojos) del desafío que se propone.
Un drama terrenal sobre la falta de acceso a la salud
La producción de Max retoma en tono y en contexto una clave de “ER”, y de esa forma subraya dónde se ubica en el universo de las series médicas: es un drama terrenal, que se afianza en el drama propio y nada menor de una sala de emergencias de un hospital público, sin necesidad recurrir a casos espectaculares como hizo propio “Grey’s Anatomy” o a diagnósticos imposibles (como “House” o “The Resident”). Decenas de personas esperando hasta ocho horas para ser atendidas, accidentes brutales, y traumas varios son suficientes para sostener la tensión, casi sin necesidad de una suspensión de la incredulidad.
Otro aspecto interesante de “The Pitt”, en su punto de contacto voluntario pero no excesivo con “ER”, es que suma un eslabón en la representación de la historia de los servicios de salud en Estados Unidos. Justo en un momento en el que se reavivó fuertemente la conversación por la falta de acceso a este derecho (altamente privatizado a través de prepagas carísimas) en aquel país, en parte por el asesinato del CEO de UnitedHealthcare Brian Thompson, la ficción ofrece un retrato crudo de las trincheras de un sistema al borde del colapso. Sin ir más lejos, el título hace un juego entre el nombre de la institución y un sobrenombre que reciben las salas de emergencia en USA: "the pit", el pozo.
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Si en “ER” la alta demanda y la falta de recursos era un tema clave, en “The Pitt” son el pulso vital de la serie. Entre el County General de Chicago en los noventa y el Pittsburgh Trauma Medical Hospital del presente hay una relación fundamental: la tecnología avanzó mucho, pero las condiciones generales del servicio público empeoraron. Cada vez hay más demanda y menos recursos.
Al margen de lo estructural, y como buen drama médico con grandes aspiraciones, la producción de Max hace foco en las relaciones interpersonales del staff y las historias de cada uno. Ese día de guardia en el que transcurre toda la primera temporada (La Capital tuvo acceso anticipado a los primeros diez capítulos antes del estreno para su consideración crítica), es la primera jornada en el hospital de los estudiantes de medicina Whitaker (interpretado por Gerran Howell) y Javadi (Shabana Azeez), y de la residente Dr. King (Taylor Dearden). Wyle, en la piel del Dr. Robby, será el encargado de guiarlos en las turbulentas aguas de la sala de emergencias.
En ese sentido, “The Pitt” confía en otra de las convenciones del género: casi todas las series médicas (o similares) por definición empiezan con el primer día de un inexperto, que aprende a los tumbos la dinámica de toda una institución, bajo la guía implacable de un superior. Tanto “ER” (Wyle daba sus primeros pasos como un temeroso estudiante de medicina ante la autoridad del Dr. Benton), como “Grey’s Anatomy” (Meredith Grey y los suyos competían por poner manos a la obra en su residencia de cirugía) o “The Resident” (el talentoso Dr. Hawkins del título acompaña al novato Dr. Pravesh en su debut), siguen esta lógica en apariencia ineludible. Y la nueva ficción logra presentar a sus protagonistas con éxito y con mucha efectividad en el episodio piloto apostando a esta narrativa conocida por el público.
Convocar a un elenco en su mayoría ignoto es otra peculiaridad de los dramas que transcurren en hospitales. Hay algo de prácticamente no conocer las caras de esos médicos de la ficción que colabora ampliamente en crear un verosímil sólido y no ver a tal o cual actor famoso “haciendo de” profesional de la salud. Vale recordar que en este sentido “ER” sirvió de plataforma de lanzamiento para la carrera de mega estrellas como George Clooney o Julianna Margulies, ambos bastante poco conocidos antes de encarnar a los protagónicos Doug Ross y Carol Hathaway en la serie de los noventa (estrenada en 1994).
“The Pitt” puede no ser una novedad temática en el paisaje de ficciones seriadas ni tampoco es deslumbrante. Hay mucho de lo que narra que resultará más que conocido para el público, y sobre todo para los aficionados a este subgénero al que sin embargo busca realzar. Pero en la maraña de contenido lanzado en plataformas de streaming, se distancia y se destaca por su forma de contar, incluso visualmente: no quiere ser una más del montón, plagada de clichés y construida para ser fácilmente digerible, sino que busca reanimar el corazón televisivo de las series. Una novedad que se celebra por todo lo que tiene de homenaje y por todo lo que rechaza de las fórmulas.