Vera, una adolescente de 17 años, pasa sus tardes abocada a una peculiar tarea: le roba a su madre las llaves de uno de los departamentos que administra y se los alquila a otros adolescentes que buscan un lugar donde tener sexo. En ese camino, empieza a explorar y descubrir su propio deseo. “Vera y el placer de los otros” es la ópera prima de los rosarinos Romina Tamburello y Federico Actis, que tras un año de exitoso recorrido por festivales y múltiples premios, se podrá ver en cines desde este jueves 21.
Con este desembarco en salas, la película rosarina, producida por Santiago King y alojada en la casa Pez Cine, pone el broche a un extenso proceso de desarrollo de ocho años. El camino del filme comenzó en 2016, cuando resultó ganadora del Gleyzer, uno de los premios de desarrollo más importantes que desde 2006 otorgaba el INCAA, enfocado en directores incipientes. Más adelante, ganaron el concurso de Desarrollo de Largometrajes del Plan de Fomento Industrias Creativas del Ministerio de Cultura de la Provincia de Santa Fe.
Tras postergaciones provocadas por la pandemia del Covid-19, el filme finalmente se filmó entre noviembre y diciembre de 2021 en Rosario. Después, tuvo un año de edición y post producción antes de llegar a salas, con su estreno internacional en noviembre de 2023 en el Tallinn Black Nights Film Festival PÖFF de Estonia, un evento de Clase A. En Argentina, se pudo ver por primera vez durante la 38º edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, donde Tamburello y Actis recibieron el premio a Mejor Dirección en la Competencia Argentina. Desde entonces, pasaron por al menos veinte festivales de todo el mundo, donde recibieron reconocimientos de distintos tipos.
Con el protagónico de Luciana Grasso (Vera) e Inés Estévez (Adriana, la mamá), la película propone un relato íntimo y vital de una de las facetas más complejas, constitutivas y universales de la experiencia humana: el deseo. La adolescente encuentra en el placer de los otros, a quienes escucha desde el palier del edificio, una nueva ventana al placer propio. Entre la torpeza, la curiosidad y la osadía, Vera abre también una ventana para los espectadores, a quienes interpela a reinaugurar preguntas sobre su experiencia de la sexualidad. El elenco lo completan Estefanía Nicoló, David Zoela, Mariano Raimondi y Carlos Resta.
“Vera no encontró aún todas las respuestas sobre su deseo, nosotros tampoco. ¿Alguien sabe realmente de qué se trata el placer? ¿Hay una única forma de retratarlo? ¿Cómo se muestra eso que de tan privado y tan singular se vuelve un misterio? Esas fueron algunas de las preguntas que nos atravesaron cuando comenzamos el camino de la escritura y, más tarde, la codirección. Teníamos una certeza: Vera es nuestra heroína porque, con todas las contradicciones y los miedos de una adolescente, defiende su derecho al goce. Por eso la íbamos a acompañar. Buscando la belleza en ese lugar abandonado y la intimidad entre el bullicio de una ciudad cargada de gente que pasa sin mirar”, compartieron los directores sobre su abordaje de la película.
En esa mirada, tierna pero sin ingenuidad, yace uno de los mayores méritos narrativos de la película, y también una de sus mayores potencias políticas. “Vera” encuentra el tono justo para colarse en esos intersticios pantanosos de la exploración sexual, en lo vertiginoso de las superficies de placer. No intenta ser un manifiesto sobre nada, y usa el lenguaje audiovisual para decir mucho sobre las experiencias de las chicas y las personas que desean por fuera de la norma.
La intimidad en foco
“Durante el rodaje apareció la verdadera dificultad de esta película. Necesitábamos que las escenas de sexo dejen de ser esas escenas ‘temidas’ por las actrices actores, para encontrar en la imagen ese placer que estaba narrado en los guiones, un placer de búsqueda, inocente, que requiere tiempos. Nos dimos esos tiempos, con ensayos, trabajos de mesa, escuchando al elenco, quienes se comprometieron poniendo el cuerpo e intimidad a disposición para contar esta historia”, compartieron los realizadores.
“Siempre hubo una apertura al diálogo por parte de Romi y Fede que caracterizó el abordaje del personaje y de la peli. Eso fue clave para que nadie se sienta incómodo, para pensar si una escena tenía que ir para otro lado, si un personaje diría tal o cual cosa. Todo eso fue contemplado y creo que marcó el espíritu de la peli. Todos estábamos yendo para el mismo lado y creíamos lo mismo de cómo trabajar en equipo”, contó Luciana Grasso en diálogo con La Capital.
La protagonista, en una interpretación notable que ganó el premio a Mejor Actriz en el Festival de Cine LGBTQ+ Iris Prize Film de Gales, llegó al proyecto casi por un acto del destino. Conoció a Tamburello en el cumpleaños de un amigo en común y “fue amor a primera vista”. Sin necesidad de hacer casting, le puso cuerpo a Vera.
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“En algunas películas hay escenas íntimas embellecidas por demás o donde los cuerpos hacen cosas que uno sabe que no pasarían en la vida real. Acá es todo lo contrario: hay una naturalidad que te hace empatizar y sentir que vos podrías estar ahí. Eso se buscó mucho desde la dirección. Siento que desde cada área se complementa ese espíritu fresco y natural”, apuntó la protagonista.
“Vera” es también producto del trabajo comprometido de un equipo federal, que contó con personas de Mendoza, Entre Ríos, Corrientes, Rosario, y Buenos Aires, pero sobre todo de Rosario. El hecho de que muchas personas se conocieran de antes e incluso fueran amigas, propició un clima de complicidad y confianza generalizado. Terminaron siendo como una familia. “Es muy loco porque lo que pasaba atrás de cámara es lo que después pasaba adelante, y lo que lo sostenía. Además de haber una confianza y un profesionalismo, nos comprometimos en querer contar el mensaje de la película”, subrayó Luciana en este sentido.
“Desde el hacer de la peli, los chicos dejaron el camino muy abierto y esa libertad (una palabra tan mal usada hoy en día) para seguir a Vera, y no poner una opinión y juicio de valor sobre su experiencia. Si bien en la adolescencia es un momento particular, donde empieza a surgir muchas cosas en torno a la sexualidad, hay algo con lo que empatizamos todos, que es la posibilidad de descubrir, de cambiar. Y uno no la juzga porque la película no lo hace. Estás viendo el deseo único de una persona única. Lo único que quedó viejo y que delata el paso del tiempo son los 500 pesos que cobra Vera”, dijo Grasso.
A través de este abordaje preciso sobre lo inexorable del deseo, la película logra desarollarse en un territorio sin tiempo y sin espacio. Por eso, logró muy buena recepción de jurados y audiencias en lugares tan distantes del planeta como Tailandia, Sudáfrica, Alemania y Brasil.
“Estuvimos en todas las proyecciones que pudimos y veíamos la reacción de la gente de manera muy natural. Fui a Canadá y no sabía cómo lo iba a recibir la gente que habla otro idioma. Hay cosas de códigos o de chistes que me daba nervios saber si se iban a entender. Después te das cuenta que nos pasan a cosas más o menos parecidas a todo el mundo. Hemos recibido comentarios de gente llorando. A mí en el Festival Queer de Vancouver una persona me dijo que nunca se había sentido tan representada en una película”, contó la protagonista.
Finalmente, Luciana habló de la mezcla de emociones al estrenar en un contexto de crecientes dificultades para la industria cinematográfica argentina, marcada por los recortes en el Incaa. “Queda claro que a nivel internacional el cine argentino está valorado como debe ser. La verdad que tenemos un cine espectacular y cada vez que ir a bancarlo más. Los nervios del estreno aparecen pero desde un lugar lindo, con confianza, con alegría y sobre todo con muchas ganas de que la gente vaya al cine”, cerró.