Un detective escucha un inocente audio de su hijo adolescente que le pide no ir a la escuela porque se siente mal. Inmediatamente después, se sube al patrullero y junto a una brigada de choque irrumpe en una casa de familia para arrestar a un chico de 13 años, acusado de asesinar a puñaladas a una compañera de la escuela. Esa esa la secuencia inicial de “Adolescencia”, la serie británica de cuatro episodios que desde su estreno el pasado 13 de marzo se posicionó entre lo más visto en Netflix a nivel mundial, y entre lo más comentado en redes.
“Adolescencia” fue creada por Jack Thorne y Stephen Graham. Este último, reconocido actor de “Snatch”, “This is England” y mucho más, interpreta en la serie a Eddie Miller, el papá de Jamie, el chico acusado del crimen.
Además de la relevancia de la temática, la profundidad de la mirada, y las actuaciones destacadas, la serie se destaca por la propuesta de dirección de Philip Barantini: cada episodio está filmado en plano secuencias sin cortes. Esto no sólo propone una intensidad teatral en las interpretaciones, sino que también transmite al espectador el clima asfixiante del minuto a minuto. La intimidad con lo incómodo, lo tenso, lo insoportable es obligada por la propuesta de cámaras. No da respiro. A diferencia de lo que ocurre en la vida real, acá no se puede mirar para otro lado.
Cada uno de los cuatro capítulos de “Adolescencia” pone el foco sobre una arista de la problemática. El primero transcurre en la comisaria donde Jamie es arrestado y cuestionado, el segundo sigue a los detectives buscando explicaciones en la escuela a la que iban tanto la víctima como el acusado, el tercero se enfoca en un intercambio de una psicóloga (con el objetivo de hacer una pericia) con el protagonista una vez encarcelado, y el cuarto vuelve a la casa familiar trece meses después del arresto.
La serie no se trata sobre quién cometió el asesinato, sino sobre por qué lo cometió. En ese sentido, está lejos de ser un típico drama criminal de Netflix (esos que hay de a cientos en la plataforma) y está mucho más cerca de ser un drama familiar y social. No se trata de explotar un género popular, sino de intervenirlo cual caballo de Troya para provocar una mirada casi de criminología de una problemática muy real y muy contemporánea. Una problemática que, si se mira de cerca, atraviesa desde lo cotidiano hasta las estructuras de poder.
>> Leer más: Netflix dio a conocer el primer casting de Owen Cooper, el protagonista de "Adolescencia"
El mundo incel
Hay un momento clave en el episodio dos de “Adolescencia”. El hijo del detective a cargo lo pone al tanto de la jerga de redes que codifica un intercambio entre la víctima y el opresor. En comentarios de Instagram, una serie de emojis que podían ser interpretados por el mundo adulto como señales de interés romántico, significan todo lo contrario: son marcas de humillación, referencias al mundo “incel”.
El término incel, derivado de involuntary celibacy (célibe involuntario), empezó a circular en internet a finales de la década de 1990. Sin embargo, en la última década, y sobre todo en los últimos años, cobró una relevancia política notable. La palabra fue apropiada por varones agrupados en foros y redes, que se autoperciben excluidos de relaciones afectivas y sexuales.
Estas conversaciones, conforman la llamada “manósfera”: espacios online donde circulan discursos misóginos y violentos. Estos varones culpan a los avances en términos de derechos de las mujeres y las disidencias sexuales por la pérdida de poder del hombre en la estructura social. Explican su lugar entendido como marginal con la regla “80-20” (explicada en la serie): al 80% de las mujeres le atrae sólo el 20% de los varones. En esa aparente distribución inequitativa del afecto y la atención, tienen todas las de perder y lo expresan con profundo resentimiento y odio por las mujeres de forma generalizada.
>> Leer más: Netflix: la miniserie británica de cuatro capítulos que promete ser la mejor del año
En “Adolescencia”, el joven Jamie recibía bullying por parte de sus compañeros por no expresar una masculinidad hegemónica. Katie, la chica asesinada, era parte de este acoso virtual, acusándolo de “incel” por osar mostrar interés en ella. La propia Katie también había sido previamente víctima de la difusión sin consentimiento de imágenes íntimas. A su vez, Jamie le dice a la psicóloga que intentó aprovechar ese momento de vulnerabilidad de Katie (en el que todos la acusan de promiscua y fácil) para acercarse a ella: era una ventana de oportunidad para sortear la regla del 80-20.
La serie expone una trama de relaciones sociales rotas desde el comienzo de la adolescencia. De la misma manera, luego de los hechos, los padres de Jamie reflexionan: creían que su hijo estaba seguro, expuesto a menos peligros, en su casa frente a la computadora. Los peligros, claramente, están en otro lado. Otra cuestión que la ficción expone con contundencia es cómo las instituciones punitivas (la comisaría) está altamente preparada con protocolos para encarcelar a un adolescente, mientras que las instituciones educativas (la escuela), espacio central de sociabilidad de los jóvenes, están completamente desprovistas de herramientas para guiar o contener a los alumnos.
Una problemática real
“Adolescencia” no responde a un hecho concreto, pero sí se inspira en una alarmante serie de casos reales ocurridos en Reino Unido en los últimos años. Casos como el de Jake Davison, quien en 2021 mató a cinco personas tras declarar simpatía con la comunidad “incel”, o el de Holly Newton, apuñalada a los 15 años por un chico de 16 que supuestamente la acosaba.
Stephen Graham explicó a Netflix cómo estos casos influenciaron la creación de la serie: “Me impactó. Pensé, ‘¿Qué está pasando? ¿Qué está ocurriendo en la sociedad para que un niño apuñale a una niña hasta matarla? ¿Cuál es el incidente detonante aquí?’ Y luego volvió a suceder, y volvió a suceder. Quería arrojar luz sobre ello y preguntarme, ‘¿por qué está pasando esto hoy? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?'”.
Si bien la ficción no se mete ahí concretamente, la manósfera, en principio interpretadas como intercambios entre inocuos y patéticos de un nicho, cobró centralidad política en la última década. Por un lado, en esos espacios se afianzaron las posturas de la conocida “alt-right” (la nueva derecha global) y el apoyo a figuras como Donald Trump, Jair Bolsonaro o Javier Milei.
>> Leer más: Julia Mengolini: "Pensar es un riesgo siempre"
En clave política
Estos representantes hicieron las ideas anti “ideología de género” y diversidad LGBTIQ+ parte clave de sus plataformas políticas, captando a gran parte de estos varones jóvenes que se sentían excluidos de otras expresiones políticas y sociales potentes y protagonistas del último tiempo, como fueron el movimiento feminista, disidente o antirracista.
Se multiplican los ensayos, artículos y estudios que investigan este tema para explicar en parte el regreso de la ultraderecha en distintas partes del mundo. En Argentina, libros como “¿La rebeldía se volvió de derecha?” (2021) de Pablo Stefanoni o “Las caras del monstruo” (2024) de Julia Mengolini, indagan sobre estas ideas. A su vez, el voto de varones jóvenes fue clave en las últimas elecciones de Donald Trump y Javier Milei.
De hecho, en la serie mencionan a Andrew Tate para dar una referencia sobre la manósfera. Tate es un ex deportista de kickboxing devenido influencer de este universo. En 2016, participó de “Gran Hermano” en Reino Unido y fue expulsado por agredir a otra participante. En 2022, fue detenido en Rumania por cargos relacionados con trata de personas, abuso de menores y lavado de dinero junto a su hermano Tristan. Mientras se investiga el caso, viajó a Estados Unidos y pide la protección de Trump.
A su vez, el mundo incel o la manósfera se convirtió en caldo de cultivo para teorías conspirativas de todo tipo (el documental “Q-Anon: Into The Storm", de HBO, explora en detalle la génesis y expansión de estas posturas en foros como 4Chan o Reddit) que propician la oposición a las vacunas, el racismo, la xenofobia y el antisemitismo, entre otros discursos de odio.